Como cada año, miles de personas se acercan este 7 de agosto a la Parroquia de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, en el día del patrono de la providencia.
Se trata de mucho más que de una festividad religiosa. Es la fecha y la figura que sintetizan la esperanza de un pueblo por lograr y mantener dos de los anhelos básicos de todo ser humano: trabajo y pan.
Derechos que marcan la dignidad más elemental de cualquier ciudadano. El trabajo que nos hace dignos y que nos permite sostener a nuestras familias cada día y realizarnos como personas.
Por eso se trata, cada 7 de agosto y en la figura emblemática de San Cayetano, de una jornada en la que todos, desocupados y ocupados, pedimos por una Nación con plena ocupación y trabajo bien remunerado.