Uno de los acontecimientos más importantes de este año en el campo del entretenimiento y las telecomunicaciones es la probable fusión de Comcast y Time Warner Cable, los dos mayores operadores tanto de Internet como de cable de EE.UU.
Las consecuencias de esa fusión de nada menos que u$s45.000 millones van mucho más allá de la segura consolidación de posición dominante que la empresa resultante podría ocupar en el país con mayor cantidad de conexiones de banda ancha del planeta.
Un país, además, sumamente competitivo donde una fusión de este tipo acentuaría la tendencia a la concentración de recursos estratégicos –específicamente el control de las conexiones de datos, nada menos– en muy pocas manos.
En los últimos tiempos, crecen los rumores respecto de que las autoridades de regulación del gigante norteamericano –especialmente el Comité Federal de Comunicaciones, FCC por sus siglas en inglés– terminará vetando la fusión que, en los papeles, ya han firmado las dos compañías. Si el negocio llegara a concretarse, Comcast dominaría nada menos que el 50% de las conexiones de banda ancha, incluso si hoy sostiene en público que sólo llegaría al 35 por ciento.
En esta semana se formó una coalición de entidades sin fines de lucro preocupadas por este negocio, Stop Mega Comcast, que además de ONG incluye a operadores del negocio como Dish –uno de los principales proveedores de servicios combinados de cable y SVOD– y grupos importantes de influencia como el Writers Guild of America (el sindicato de guionistas de cine y TV), la Consumers Federation of America, etcétera.
Comcast, por su parte, respondió estos ataques cada vez más estridentes contra la fusión aduciendo que se trata de competidores que quieren imponer mayores tarifas en el mercado, algo que la fusión les impediría al colocar a la nueva empresa en una posición donde podría bajar sensiblemente las tarifas dada su posición dominante. Lo que no dice Comcast es que también podría subirlas. Pero el problema principal gira menos alrededor de las tarifas al consumidor final que respecto de otros dos negocios mucho más importantes como el suministro de tarifas diferenciadas para ciertos proveedores de SVOD y la distorsión en el mercado de derechos de propiedad intelectual.
Hace ya un tiempo se ha acusado a algunos operadores de Internet de disponer de servidores y servicios especiales a precio diferenciado a los principales operadores de video on demand, por ejemplo Netflix. Es decir, les dan “prioridad” a las conexiones hacia los servidores de esa empresa en detrimento de otros.
Para comprenderlo, una analogía con el agua: la banda es un “caño” que puede disponer de líquido para diversos usuarios. Una empresa que controle el suministro y pueda diferenciarlo podría desviar el agua a quienes más paguen en prioridad. Cuando se habla de “neutralidad de la web”, se habla también de esto: de que todos los usuarios deberían ser iguales. Con una posición dominante en el mercado estadounidense, Comcast podría diferenciar el servicio a quienes tengan negocios en común con la empresa y privilegiarlos, lo que causaría una distorsión notable en el negocio.
El otro caso es el de los derechos. Al ser también operadores de cable, disponen de cuánto se le paga a los creadores de señales por licenciar sus contenidos para incluirlos en el servicio. Dado que la mayoría de los consumidores dispondrían del servicio de Comcast, la firma tendría poder para decidir cuál es la tarifa que les pagaría a las señales. Eso es un golpe de hecho a la libre competencia, y provocaría también una distorsión en las tarifas.
Eso es un golpe de hecho a la libre competencia, y provocaría también una distorsión en las tarifas.
Hay un problema adicional que podría causar una fusión tan grande, que por otro lado podría funcionar como antecedente internacional para que en otros países los operadores con posición dominante quieran incrementar su cuota de mercado. De hecho en 2011 Comcast se fusionó con NBCUniversal y eso hizo que se diera de baja en ciertos territorios la difusión de Bloomberg TV para darle relevancia a la señal de noticias económicas CNBC, de Universal, que Comcast adquirió al fusionarse. Una prueba de que la neutralidad y el trato justo para todos los operadores del negocio caería en saco roto.
El problema supera a Estados Unidos dado que estas distorsiones afectan a los originadores de señales internacionales, cuyo principal mercado –aquel desde el que se proyectan al resto del mundo– es el de Estados Unidos. Sin embargo, la posibilidad de que este meganegocio llegue a realizarse es, hoy, no demasiado probable: la presión pública, la publicidad que se le ha dado al asunto y la necesidad de la administración de Barack Obama de quedar en buena posición en este último tramo de su mandato podrían quebrar el negocio.
Fuente: BAE